Se entiende por
convalecencia el estado por el que pasa un individuo desde el momento en que se
le considera curado de una enfermedad, una intoxicación o una herida, hasta la
completa desaparición de todas las consecuencias de estos procesos. La
convalecencia empieza, por consiguiente, con la cesación de los fenómenos
esenciales y característicos de la enfermedad, v.gr., con la consolidación en
las fracturas, el cierre de las heridas, o la desaparición de los fenómenos
típicos en un envenenamiento, y termina cuando el organismo ha recobrado el
estado de salud anterior. Si ésta no se recobra por completo, el término de la
convalecencia es relativo, y da lugar en este caso a grados mayores o menores
de invalidez.
La convalecencia es larga y
los enfermos permanecen bastante tiempo con decaimiento e inapetencia.
La
convalecencia es un período que abarca cuatro fases:
- Fase cortico adrenérgica o lesión aguda: Es el periodo de catabolismo iniciado por la operación, una combinación de nutrición inadecuada y alteración del ambiente hormonal. Sucede de 3 a 6 días después de la intervención quirúrgica, el paciente presenta astenia, anorexia, fotofobia y adapta una posición fija que le permita sobrellevar el dolor
- Fase de supresión de corticoides o fase de crisis: Es el punto de inversión del catabolismo al anabolismo, caracterizado por diuresis hídrica espontanea libre de sodio, balance positivo de potasio y reducción de la excreción de nitrógeno. Dura apenas uno o dos días, el paciente recupera el apetito, reaparece el peristaltismo y muestra interés por el medio que lo rodea.
- Fase de anabolismo temprano o anabólica: Considerada la mas importante en términos de rehabilitación, se observa un balance nitrogenado positivo y elevación de peso. La síntesis de proteínas aumenta a consecuencia de la continua alimentación enteral, y este cambio se relaciona con el retorno de la masa corporal y de la fuerza muscular.
- Fase de anabolismo tardío o aumento de grasa: Este es un indicador de un aumento de peso mucho más lento. Durante este periodo, el paciente mantiene el equilibrio de nitrógeno, pero presenta balance positivo de carbono, al cual sigue acumulación de masa corporal y así puede resultar en sobrepeso.
La convalecencia en su
verdadero sentido debe considerarse como un estado de agotamiento curable
consecutivo a las alteraciones orgánicas pasadas. Según la naturaleza de la
causa morbosa y el curso de la enfermedad, aquélla variará; a la vez, son
también muy distintas las indicaciones terapéuticas. En las enfermedades de
curso leve y rápido, que apenas dan lugar a trastornos manifiestos, no es
necesario tratamiento en este periodo, sobre todo si el médico está convencido
de que tampoco ha de sobrevenir ningún peligro oculto. La convalecencia de las
enfermedades infecciosas es una de las que requieren mayores cuidados y ha de
ponerse un cuidado muy especial para evitar complicaciones.
En este periodo el paciente
experimenta una astenia prolongada y músculos como el miocardio, quedan más
débiles cuanto más fuerte y persistente ha sido la fiebre. Algunas enfermedades
infecciosas, aun cuando hayan evolucionado de un modo al parecer leve, dejan
tras de sí, con mucha frecuencia, una debilidad muscular y cardiaca muy
acentuada.
En los casos de gran
debilidad debe recomendarse reposo en cama y permanencia al aire libre. En
algunas cardiopatías cualquier esfuerzo físico, en el que los pacientes se
entregan con facilidad y se olvidan de su estado, puede producir trastornos
graves como la insuficiencia cardiaca aguda. Poco a poco y con una vigilancia
médica continua, se harán ejercicios metódicos de gimnasia activa y pasiva,
acompañados de algunas sesiones de masaje. Esta práctica debe conducir progresivamente
a la actividad normal del individuo.
De igual manera la
alimentación constituye un punto esencial en el tratamiento de la
convalecencia. Su disminución durante la enfermedad se manifiesta claramente en
ésta por su debilidad. Para el restablecimiento de la química orgánica es
conveniente prescribir una dieta tonificante, pero esto con sumo cuidado, puesto
que a la mayor necesidad de alimentos se contrapone la función debilitada y,
por tanto, la mayor vulnerabilidad de los órganos digestivos. Es por esta razón
que la dieta de un convaleciente deberá reunir un sinnúmero de características
tales como: que sea de fácil digestión, que tenga gran valor nutricional, que
motive al paciente a ingerirla
(agradable al gusto), así como también, que promueva la digestión.
Dentro de los elementos
nutritivos esenciales que deben estar presentes están: los carbohidratos, las
proteínas, los lípidos, las vitaminas y los minerales; cada uno jugando un
papel vital en el factor recuperación.
El propósito de la
convalecencia es concientizar al
paciente sobre la enfermedad o el trauma que padece y su tratamiento a seguir,
así como también lograr que puedan volver a sus actividades cotidianas con la
mayor normalidad posible.
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